Endre Farkas Wellmann: Tareas encomendadas

¡Queridos amigos! ¡Queridos invitados!

El legado intelectual de Géza Szőcs nos plantea innumerables retos. Desafíos a los que podemos o no responder según nuestro criterio, desafíos que podemos o no reconocer, pero una cosa es cierta: se nos ha ido quedando presente en nuestras vidas: en nuestras vidas personales, en nuestras vidas literarias, en nuestro pensamiento político, y en todas partes y en todo, como lo hizo como hombre de carne y hueso durante todo el tiempo que pudo.

Ahora bien, creo que estamos aquí para expresar nuestra gratitud por esta presencia y tratar de encontrar estas tareas que nos ha confiado, identificarlas, cada uno por sí mismo, lo que reconoce en ellas y lo que es capaz de emprender y asumir. Géza era una institución unipersonal, que cargaba sobre sus espaldas innumerables tareas, problemas y problemas por resolver, podía agobiarse sin cesar y el único límite a las tareas que emprendía eran las veinticuatro horas del día. Uno de sus amigos llamaba en broma a su despacho, en la calle József Nagysándor, el Gézasztérium, donde constantemente se encontraban respuestas y soluciones a muchos problemas personales y comunitarios en las alturas ministeriales, donde se trabajaba día y noche, donde nacían objetivos y planes a lo largo de muchos años.

Para él era un reto no defraudar a nadie. Al igual que los indios no nos abandonan – como escribió a mediados de los ochenta.

Ahora la pregunta es: ¿hasta qué punto estamos preparados los que nos quedamos para tocar esta herencia? Aun divididos, aun fragmentados, ¿somos capaces de continuar la obra? ¿Tenemos la fe, el conocimiento, la determinación y, sobre todo, la capacidad de pensar con claridad, el desinterés para tomar decisiones sobre nuestros problemas personales y comunitarios, y la sensibilidad hacia lo bello y lo bueno que nos hace auténticos en el proceso?

Géza era la referencia. Y todo lo que tenemos que hacer es mantenerlo presente.

Por eso este libro, estos libros, esta película y los objetos de esta exposición, que a muchos de nosotros pueden resultarnos familiares y que vimos no hace mucho en un contexto completamente distinto, en el entorno de Géza, intentan personalizar este encuentro. Por eso celebramos ahora el aniversario de su nacimiento, y me gustaría mucho que siguiera siendo así en los años venideros, y que su muerte simplemente se conmemorara año tras año, porque, por inaceptable que sea, es un hecho.

En cuanto a nuestras tareas, cito un pasaje de Géza:

«A veces observo a los bebés de 10-11 meses con asombro: lo asombrosamente rápidos y ágiles que son a cuatro patas. Se deslizan y se arrastran, serpenteando aquí y allá, aprovechando oportunidades a ras de suelo, pasadizos, atajos, prevaleciendo bajo la mesa, moviéndose inesperadamente hacia un lado u otro, hacia delante o hacia atrás.

Si los adultos no les cogieran de la mano, si no les enseñaran a levantarse, ¿serían capaces de valerse por sí mismos?

Quizá el mayor obstáculo mental y espiritual para mantenerse en pie sobre dos piernas sea la experiencia del éxito a cuatro patas. Desde un metro y medio, no se puede caer con fuerza, volcar, tropezar, rodar mal. Un rastreador experto es rápido como el rayo y eficaz. La antigua forma de locomoción, fácil de dominar, de perros, caballos y todos los cuadrúpedos proporciona una sensación natural de seguridad y comodidad a las personas que aún no pueden caminar.» – y nación, añado yo, conociendo el contexto.

Confío en que siempre recordaremos este pensamiento, que siempre reconoceremos en él la llamada que se nos ha hecho al buscar nuestro lugar entre el cielo y la tierra.